sábado, 25 de septiembre de 2010

Héroes

Sí, héroes. Conocidos como justicieros y defensores del bien de la sociedad. Pero bajo sus máscaras, antifaces, capas, corazas... se encuentran unos verdaderos marginados e incomprendidos. Saben que el único favor que se les devolverá tras sacrificar parte de su cotidianidad e incluso su vida, será una aceptación vacía. Aceptación, porque la gente se vuelve loca con los que se atreven a cuestionar al sistema de alguna manera, pero vacía, pues al fin y al cabo, ellos volverán a sus casas sanos y salvos y sus queridos héroes al mismo hoyo del que no pueden escapar por su condición.
Aún así, muchos somos capaces de adorarlos. Adorar el pensamiento de algunos por muy extremista que sean. Cerramos los ojos y nos imaginamos a nuestro prop
io justiciero interior luchar contra el mal. Nunca fallamos, siempre ganamos. No obstante, para ser héroe, en algún momento de tu pasado, tienes que haber sucumbido al terror. ¿Tus padres muertos de la peor manera dejándote una fortuna inmensa? ¿Has sido objeto de experimentos del gobierno? ¿ No eres de este planeta? Llama si ese es tu caso.Nos pone el pelo de punta que sus planes les salgan bien, que triunfen, que machaquen con sus puños y fuerzas la injusticia reflejo de nuestra propia realidad. Nos brillarían los ojos de emoción si algún día nos salvasen del error, nos mirasen y dijesen: "Yo, al igual que Dios, no juego al azar ni creo en la casualidad". Seguros de sus actos. Orgullosos. Nos encantan sus discursos épicos que queremos aprender, memorizar hasta el tono de su voz en cada palabra. Ser ellos.
Pero en realidad y por ello somos humanos, hay villanos que
también nos hacen sonreír maquiavélicamente. Sentir un cierto regustillo de satisfacción cuando hacen algo malvado y sueltan también esas frases cortas en plan: "Introduce algo de anarquía, altera el orden establecido y el mundo se volverá un caos. Soy un agente del caos. ¿Te digo algo sobre el caos? Es justo".Nos gusta complicarnos, el caos que ellos necesitan como una droga. Tan adictivo y satisfactorio.Yo, por mi parte, desde el punto de vista de mi morbo personal, disfruto con esos que obtienen un gran poder y a medida que lo van desarrollando y consiguiendo sus metas justicieras (al menos en un principio), se vuelven literalmente locos. Evolucionan del nivel héroe puro al villano relativo que nos hace cuestionarnos si nosotros actuaríamos igual en su caso. Y digo relativo porque
intentan reconstruir el mundo a su imagen y semejanza, pero la mente humana no es perfecta y ellos caen en un abismo más profundo que el de los que tienen que pagar por sus errores. Y vuelvo a preguntar. ¿Qué harías con tanto poder para cambiar el mundo? ¿Serías lo suficientemente valiente, inteligente y emprendedor cómo para a parte de ser un justiciero, ser consciente de qué fallarás por ser humano? Eso es lo que le ocurre a Kira. El poder lo corrompe. Lo convierte en inhumano, pese a sus insistencias de alcanzar un mundo puro.
"Siempre he pensado que este mundo está podrido"

O Lelouch. Me encantaría revelar cosas del final de este fascinante manga/anime (por el simple hecho de que difiere bastante de lo que comunmente nos esperamos), pero no puedo porque sé que muchos vendríais a acabar conmigo como buenos héroes corruptos que sois. Pero de todos modos, debo añadirlo a la lista de justicieros tocados por la mano divina de un gran poder, no obstante, susurrado a su oído por los errores humanos. No me queda más que recomendarla y citar algo suyo.

"Los que teneis poder, ¡temednos! Los que no lo tengáis, ¡buscadnos! ¡El mundo será juzgado por nosotros! ¡Yo soy el hombre que destruirá y reconstruirá el mundo!"

Ya veis, no tenemos escapatoria. No podemos conseguir ser el héroe perfecto del mundo, pues no hay humanos perfectos. ¿Nuestra salvación? Nacer siendo dioses, algo que siento desilusionaros, es imposible.


1 comentario:

  1. Completamente de acuerdo con la genial entrada, y de fantástica guía a la hora de estructurar uno de esos tan queridos protagonistas heroicos...

    El artículo me ha sabido a pura sincronía contigo, precisamente, en la obra que estoy trabajando ahora, uno de sus subtítulos clama: "De cómo los buenos no son tan buenos, ni los malos son tan malos".

    Al final, es un gusto trabajar con esos personajes o al menos sentirte entre ellos. Al final son los que más humanos parecen.

    Porque se quiera o no, nosotros somos así. Tenemos nuestras motivaciones y existe esa posibilidad de que las motivaciones nos acaben absorviendo.

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