"A duras penas he conseguido llegar hasta el décimo tomo. Me siento como si hubiera andado en la cuerda floja durante todo el tiempo. Cada semana pasando por la cuerda floja de la fecha de entrega... Aunque, más que cuerda, eso es como papel del váter. Es como si extendieran un gran rollo de papel de váter por encima del Gran Cañón y te obligaran a cruzar por encima. Y además como si hubiera un tío pequeñajo con gafas detrás meándose encima del papel y diciéndote "espabila a cruzar o te vas a caer por el precipicio, colega". Y me siento como si cada semana estuviera cruzándolo milagrosamente. Cada semana ocurre un milagro, sí.
Me siento como si fuera un personaje de Saint Seiya. Como si mi cosmos estuviera a punto de dejar de arder. La verdad es que yo era un tipo de lo más ingenuo, no sabía nada de nada hasta que me encontré realmente encima de la cuerda floja y con la obligación de cruzarla. Pensaba que era un caballero de oro, que eso de cruzar la cuerda floja era pan comido. Ni mucho menos. La armadura que llevaba no es que no fuera de oro, es que ni siquiera era de bronce. Era de cartón y tira millas. Llevaba una armadura de cartón que me hizo mi padre un domingo. Y para un caballero de cartón cruzar la cuerda floja es chunguísimo...
Pero en fin, ya que yo mismo he decidido venir al Gran Cañón, ahora tengo que seguir luchando aunque mi armadura de cartón acabe hecha trizas. Hasta que no me quede más comos que hacer arder...
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